Bienvenus, wellcome, bienvenidos, benvinguts:
He aquí un elemento diferencial del espacio-tiempo que trata absolutamente de nada. Pero donde no hay nada, tiene lugar de todo, aunque todo no valga. Dediquemonos con delicadas o extravoltaicas formas de aristocracia: no hay nada más democrático que el placer.

martes, 16 de marzo de 2010

La Roux en Madrid

Mini en mano, como los madrileños lo llamarían. Los castellanos a lo cutre-cursi “cachi”, pero mi versión favorita es a la andaluza: “maceta”. Allí mi bigote pre-chicago se encontraba desentonando con la bebida y esta también con el resto del cúmulo de gafa-pasta, chandals y demás moderneces que invadió la sala “La Riviera” en Madrid.

¿Se puede fumar o no? Pero Vogue en boca y cortinilla de humo delante de una pupila al tiempo que el tímpano descubre un más de un “cumpleaños feliz” por los alrededores. Después lo comprendí.

Y mucho producto de fijación tuvo que gastar en la misma o menor medida que el tiempo que tardaría en levantar aquella arquitectura pelirroja; pero pese al retraso músicos en posición, destello de flashes (con independencia de los de las manos al aire). Sonidos sintéticos teletransportan a las luces de los 80.

Sorprendentemente Eleanor a pesar de su tesitura bastante aguda, no desentonaba cantaba de forma más que complaciente al mismo tiempo que lanzaba extremidades.

Y entre palaba de gratitud, un delantal firmado fue lanzado como resorte de risa al comprobar de lo que se trataba la señorita cantante. Chabacano delantal que la señorita cantante no dudo en ponerse sorprendentemente, dada la propensión de la rousse a la bordería. Para después digan que yo…

De repente un vago y confuso “cumpleaños feliz” en su versión española, inglesa, ambas o al modo aturdimiento sonó. ¡Era su cumpleaños! Más tarde, el hipertupé pelirrojo se dejó que la felicitaran con el cántico de la plebe ahora más al unísono. Desde luego, más regalos como un sujetador o unas macrogafas de moderna hortera de bolera (como Cristina Rodriguez diría). Y de nuevo, la ellie se rió y todo. De hecho, hasta se puso las gafas durante una actuación.

Si la gente estaba bastante animada, a pesar de que había canciones menos bailables, en éxtasis entró provocando oleaje y maremagnum en mi cerveza que terminó inundando mi lazo a los ritmos de “In for the kill”.

Además, la recien veintidos-añera hizo una versión de los Rolling, que entusiasmó a bastantes y la verdad es que no estaba nada mal.

Pero el concierto duró lo que dura su disco, aunque regaló alguna canción que al menos yo, desconocía y terminó con un apoteósico “bulletproof” apagado un poco en su voz por la de los oyentes.

En definitiva, bastante bien la retromoderna-fan-de-Lacroix, escueta pero correcta, bastante bailonga y comprometida con su pequeño (lástima) show. 6.5

lunes, 8 de marzo de 2010

Cibeles y su armario Ana Locking

Y como bien comentamos en el anterior post con referencias a la pasarela Cibeles para el próximo O/I, el color hace acto de presencia de forma poco habitual en cuanto a lo que se suele ver en los armarios autumnales.

Si Isabel Mastache utiliaba la paleta de colores pasteles con imaginería naïf; Ana Locking los eleva a cierto retrofuturismo de máxima intensidad.

Abrimos las puertas con ímpetu y encontramos lo que debe ser un armario: variedad pero con la coherencia y cohesión de estilo. Un estilo determinado por la deconstrucción y cierto neobarroquismo futurista.

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La colección de Ana Locking podemos subdividirlas por efecto visual en cuanto a composición, así mi mismo como el tratamiento del color. De este modo, en un primer vistazo vemos casi una prolongación del trabajo veraniego que ya se materializó en rojos y naranjas. Sin embargo el naranja (yodo-cinconina con bismuto) da lugar a unos cyanes de reflejos eléctricos capaces de adelantar a Cronos en su carrera y situarse un poco más allá de nuestro punto en el s. XXI.

Sin embargo, Ana Locking, no siempre nos muestra su parte más Shocking y da paso a un comodidad más relajada propia de los placeres del café con leche y su color.

El marrón, color casi obligado de cualquier otoño o invierno se redimensiona con la visión de Ana, sin la renuncia a ciertos elementos de colores más magnéticos aunque con cierta desaturación. Desaturación que aporta una armonía perfecta.

En el conjunto aparece además un despliegue de elementos geométricos que se configuran de forma aparentemente simétrica. simetría en el conjunto excepto en el detalle, donde con destreza y sutileza algún elemento rompe aquella, sin romper por ello la armonía.

 

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Sin embargo, el abandono absoluto al color no se da, y el negro también va haciendo acto de presencia de forma paulatina en el desfile. Negro sedoso con destellos petrolíferos en perspectiva de los últimos coletazos ochenteros.

Y la deconstrucción continúa, no sólo en la separación geométrica de los colores, sino que las piezas de cada hábito se va separando pareciendo que quédanse suspendidas en el aire. Puzzles de ingravidez.

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Deconstrucción que no sólo se remite a los abismos de la oscuridad del negro, sino que en un nuevo estallido de color…

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El azul malaquita vuelve a hacer su aparición. Y es que la geometría de los minerales parece estar presente en alguna inspiración, consiciente o inconsciente de la colección. No sólo el bicarbonato de cobre (malaquita azul) aparece, sino que además en los detalles, observamos colgantes e incluso broches con formas cristalinas a modo de mineral.

Finalmente, la explosión ordenada, contenina y oleada hasta ahora observada se manifiesta de forma severa de forma centrífuga; de forma desafiante y totalmente vitalista:

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domingo, 7 de marzo de 2010

Antonio, Cristina, Barcelona (I)

Del Vizconde de Watling a la marquesa de Mag:

Queridísima marquesa, siento una terrible amargura por hacerme reiteradamente la pregunta de no haberla complacido con el relato de mis últimas circunstancias.

Aprovecho pues, para comunicarle mi corta pero intensa estancia en la ciutat comtal, aquella que prematuramente me merece, al contrario que esta pequeña aldea en la que me ubico actualmente. Me declino pues, a manifestar mi más deleitosa intención de partir lo antes posible a una urbe situada en el s. XXI. La gente sedimentada en el s. XIX o XIV, me aburre hasta la saciedad. Sin embargo, esto es otro asunto de índole bastante diferente y que no nos interesa ahora.

En fin y empezando desde el principio, remóntome a dos semanas atrás: cuando decidí montar en el carruaje de aleación ligera de alas desplegadas. Mademoiselle Cristine me acompañaba, al igual que Vd. misma pudo haber hecho. Claro está, que con excusas no dignas de su intelecto, la propuesta rechazó. Y digo no dignas de su intelecto porque son tan poco elaboradas que paradójicamente caen por su propio peso. ¡Estragos los de la fuerza de la gravedad!

Tras una hora de transporte mecanoclásico (aún este mundo no se actualiza y por ende, no se decanta por los transportes mecanocuánticos); mis Ana Locking, agotadas de una ardua, ajetreada, burocráticamente tediosa noche, pero con su tiempo de gozo rememorando viejas amistades…; pisó tierra catalana.

No te sientas celosa, pero nada más llegar a mi dirección transitoria en La Rambla, no pude resistirme a las tentaciones de San Antonio: Metíme en la bañera de mínimos diseños rodeado de la paz del negro y del blanco porcelana. Líneas rectas. E invité en silencio a Locking a compartir el recipiente de porcelana. Con delicadeza y suaves tejidos húmeods opté por hacer vibrar su fatigada espalda de ebanistería reflactaria. No pude por otra parte, invitar a Mademoiselle que participara un poco, aunque fuera al menos de un modo un tanto voyeur. De hecho, captó en papel recubierto de sales de plata, la imagen de aquel momento. Aquí tiene la prueba, por si no me cree. Usted se lo perdió:

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No entre en colera, ni deje que una reacción desembocante en celos altere su rostro o su espíritu: sólo se trataba de aquest mi calzado.

Sin embargo, yo también estaba cansado por unas 3 míseras horas de sueño. Ocúrreme todo por vivir en un planeta en el que los días duran la miseria de 24 horas… Así que dormí con la profundidad de la tormenta que barría con su terciopelo acuoso la metrópolis, erizándola con líneas azul traspuestas en blanco que eran precedidas por los gritos del orgullo de los Imperios atmosféricos.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Diseño materializado en tarjeta

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Uno por fin entiende el porqué de que los diseñadores ingresen en sus cuentas el oro que ingresan o la cantidad de tiempo volcado  en sus trabajos, aun cuando la máxima sea “menos es más” (que diría la teacher-a de A.).

Dos semanas hace que mi persona se presenta en la ciutat comdal, bosque gaudiano, mañanas prematuras. Qué mejor urbe para presentar en societat aquel diseño en celulosa de lo que es mi tarjeta personal.

Muebles vintage, incluida cocina de juguete de la séptima década del  pasado siglo; y envoltura musical de sintéticas armonías: Róisín Murphy, Björk elevada al remix, The Knife… definitivamente “La penúltima” era el pub idóneo para la fluidez del tinto, burbujeante a la luz de la bujía. Pero también, perfecto para depositar una tarjeta translucida bajo la sujeción de un cenicero tras apagar las hebras de humo de un pitillo a la voga.