Uno por fin entiende el porqué de que los diseñadores ingresen en sus cuentas el oro que ingresan o la cantidad de tiempo volcado en sus trabajos, aun cuando la máxima sea “menos es más” (que diría la teacher-a de A.).
Dos semanas hace que mi persona se presenta en la ciutat comdal, bosque gaudiano, mañanas prematuras. Qué mejor urbe para presentar en societat aquel diseño en celulosa de lo que es mi tarjeta personal.
Muebles vintage, incluida cocina de juguete de la séptima década del pasado siglo; y envoltura musical de sintéticas armonías: Róisín Murphy, Björk elevada al remix, The Knife… definitivamente “La penúltima” era el pub idóneo para la fluidez del tinto, burbujeante a la luz de la bujía. Pero también, perfecto para depositar una tarjeta translucida bajo la sujeción de un cenicero tras apagar las hebras de humo de un pitillo a la voga.
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