Bienvenus, wellcome, bienvenidos, benvinguts:
He aquí un elemento diferencial del espacio-tiempo que trata absolutamente de nada. Pero donde no hay nada, tiene lugar de todo, aunque todo no valga. Dediquemonos con delicadas o extravoltaicas formas de aristocracia: no hay nada más democrático que el placer.

miércoles, 7 de julio de 2010

Oda a la oxitocina

Oxitocina

Júbilo ventricular de las emociones como respuesta en los receptores sensitivos de aquel que no es sino inductor de una voltaica descarga de testosterona que sublima el deseo.

Lazos de raso negro intentan unir a los amantes. Fuerzas instintivas empeñadas en la cópula emocional. Mientras tanto, burbujas de fluidos corporales construyen arquitecturas de placeres al tiempo que los cuerpos vaporosos buscan la magna unión trans-epitelial. Sólo son espejismos reforzados por lo olfativo.

En cambio, la cama vacía con reminiscencias lácteas sólo son ilusiones en resaca de los espectros de la ansogenia. La vulnerabilidad se erige en forma de expectación. Y el silencio permanece blanco, vacío.

En medio de todo eso, un torrente sublime dilata las pupilas y despierta las más perversas estratagemas de una Psique ansiosa por poder lanzar las flechas de Eros. Pero las flechas no son de Psique.

Creyéndose impulsada por un inocente vitalismo, no es sino arrastrada por un torrencial hormonal; agnóstica de lo egoísta de su baile. Despliegue barroco de olores, palabras e impactos visuales erigen a la Bestia, mesías extática. El perfume coquetea con las almas deslumbradas y los humos traspuestos intentan debilitar toda resistencia. Intentan debilitar toda resistencia en espera de que el Ángel Exterminador magnifique su relámpago en la médula del otro. Intenta despertar en la inconsciencia los vapores sublimes de lo interno.

Sin embargo, sólo el Mago de los vidrios tubulares puede transgredir con certeza infinita los límites de la maleabilidad biológica, de la plasticidad emocional. Erige, sintetiza, construye con suma artificialidad aquel Monstruo que colapsa las emociones de aquellos a los que inunda. Ora placer, ora amargura. Pero siempre inconscientes de que son sólo barros titánicos arrastrados por las sarcásticas estructuras moleculares de la Bioquímica.

La inaparente alienación a la que se ven espirados los amantes dibuja una unión polimérica, una simbiosis placentera que no es sino fruto de las agujas frías, poliargénticas, del predeterminismo natural.

El sentimiento plasmático, cual manantial superior,  puede acariciar lo eterno, o bien puede replegarse en instantes más terrenales. Sin embargo, ni dioses artificiales, ni monstruos paganos pueden configurarlo.

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