Bienvenus, wellcome, bienvenidos, benvinguts:
He aquí un elemento diferencial del espacio-tiempo que trata absolutamente de nada. Pero donde no hay nada, tiene lugar de todo, aunque todo no valga. Dediquemonos con delicadas o extravoltaicas formas de aristocracia: no hay nada más democrático que el placer.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Photossesion: Café… ¡a toda costa!

Es apuntar maneras a convertirse en una tradición de las últimas tardes de verano (recordad la del pasado agosto), lo que están haciendo nuestras particulares photoessions. Y como en toda tradición o intento de ello, uno ha de regirse por ciertos dogmas tales como el omnipresente “¡media hora! ¡sólo media hora!”. No exagere, Vizconde; lo que quieres decir es que como siempre tales sucesos ocurren bajo la lente del “mañana-me-voy” o del “con-la-de-días-que-hemos-tenido…”

Así, la Marquese Mag de Gollightly y yo  nos predispusimos, cual altos ejecutivos, a tomar decisiones. Pergaminos en mano con las ideas previamente volcadas, pluma tachalotodo. Esgrime y elige. Así desechando ideas cuales números de teléfono (metonimia de cita), bien por complejas, bien por falta de interés; decidimos, determinamos, concordamos que lo más adecuado para el parto fotográfico era lo que sería el “café a toda costa”. Así, de paso, hacíamos honor a una de las máximas neobarrocas del verano: el “a tooooooooooooooooda costa”; y a nuestro siempre fiel café.

Por convenio mutuo, decidimos que en última instancia y si y sólo si había tiempo suficiente haríamos una segunda photosession (en la misma sesión temporal) dedicada al “queinnnntenta imitar… ¡a la máscara!”

Tras la movilización con el Hydroargentium a 41ºC a las 4 de la tarde, en la modalidad de “chicas y maletas” transporté el vestuario al salón de la marquesa. Vestuario que al final se resumió en una pajarita y una excelente camisa bordada de mi abuelo.

Atrezzo. Mesa aquí y mesa allá; colócate colócate. Una taza de cristal; y mírame y mírame.

 

Aunque parezca insignificante, la cantidad de muebles y peripecias que tuvimos que llevar a cabo, realmente se merecía el adjetivo de orogénico; a pesar del montaje relativamente sencillo.

Tanto es así, que entre tanto polvo (el menos placentero) la alergia durmiente se despertó de un sobresalto y al poco tiempo tuve que precipitarme en búsqueda de algún tipo de droga. Cetizirina.

Por puro rito y parafernalia invocamos a los dioses de la Ingeniería (¿Atenea?) para construir alguna suerte de trípode. Útil muy práctico dadas las siguientes circunstancias e infortunios:

a) Nuestro queridísimo T. no pudo atender nuestras peticiones en calidad de asistente, consejero y modelo; ni siquiera como público.

b) Adriana se echaba su Siesta Real y tampoco podía prestarnos ayuda divina.

c) Dado el planteamiento de algunas fotografías era estrictamente necesario el uso de un trípode.

d) Dada la creciente desaparición de la intensidad de la luz, era estrictamente necesario el uso de un trípode.

 

Llegamos pues, después de tal periplo que más que una cámara bendecida por Apolo, necesitamos un regalo de Atenea: próxima inversión… trípode. ¡A tooooooooda costa!

2 comentarios:

Ya sabes que eres libre para comentar...