Bienvenus, wellcome, bienvenidos, benvinguts:
He aquí un elemento diferencial del espacio-tiempo que trata absolutamente de nada. Pero donde no hay nada, tiene lugar de todo, aunque todo no valga. Dediquemonos con delicadas o extravoltaicas formas de aristocracia: no hay nada más democrático que el placer.

jueves, 31 de diciembre de 2009

Enfócame: Brideshead Revisited




Un complaciente y correcto estudiante se adentra en los círculos del Oxford más dandy y de la gente más moooooooooooderna, quedando fascinado más allá de este primer coqueteo, por la magnificencia de Brideshead, el "habitáculo" de su amigo Sebastian. Con aires modernistas el poor rich boy se enamora de su amigo Charles, que a su vez es hipnotizado por la vesta más fría. Y el Catolicismo más barroco y oscuro pesa sobre todas sus vidas de una forma sutil pero enlazante bajo la sombra perpetua de la cabeza de la familia. Círculos y triángulos voluptuosos se codean con la suntuosidad de miles de botellas de vino, de excentricidades inocentes y el placer por el placer insuflados por Brideshead. Sin embargo, hay lazos personales que no pueden resbalar de los nudos de la más severa tradición católica, que a fuerza de querer liberarse no hacen sino desgastarse, dejando únicamente los girones de la culpa.



El nado entre dos aguas, es doblemente nado y por ende, implica el doble esfuerzo. Lucha constante que puede llevar los personajes a cierto tipo de fatalidad. Con estas dos tintas caracterizadas por el azul de la compostura, de las formas y de lo políticamente correcto; y la del sonrojo de la inocencia, el rojo de la voluntad y del amor se esbozan los retratos, no sin manchas grises de cinismo, de los 3 protagonistas.



La complacencia de Charles alimenta su propio germen de ambición sin pretensiones a costa de la candidez de Sebastian, incluso determinará la fatalidad de su hermana que se debate entre la frialdad de la religión y de su naturaleza pagana. En cualquier caso, por su ambigüedad sutil, que no presenta decantación hacia ninguno de sus matices como parece que es la intención del director Julian Jarrold; Matthew Goode quien encarna a Charles, se merece todo un aplauso.



Sorprendente también es, la película per se, que además nos sorprende que venga de la mano de un director dedicado más bien al ámbito televisivo. Pero qué maravilla de placer es esta película empastada en tonos pasteles, del preppy más dulzón de Oxford y de un ambiente exquisito, algodonado aún más con el acento maravillosamente cursi inglés.



Claro que, los recovecos más oscuros de la religión se muestran acompañados de los grises en todas sus formas, humedad y lluvia ceniza. Al fin y al cabo, todos vienen del color y del dolor. Del colooooooor y del doloooooor!!



El tratamiento del peso de la cultura y tradición familiar sobre los protagonistas es magnífico, planteando que puede llegar a apoderarse incluso de aquellos que aparentemente son los más inmunes a esas frías losas. Toda huida que no sea completa, hace que todos vuelvan, con el grotesco coste de la culpa.



En definitiva, una película con ciertas reminiscencias a "The Dreamers", donde la expiación a través del otro, y el "todos vuelven" y el intento de huida del punto de partida conforman un entramado de fatalidad del que no es posible salir sin el peso de la culpa.

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